La IA y el triple impacto: ¿el rival invisible que nos hace mejorar?

La inteligencia artificial dejó de ser un simple oponente en los videojuegos para convertirse en una herramienta que moldea nuestra realidad. Desde optimizar procesos en el trabajo hasta democratizar el acceso a la salud, la IA se ha vuelto indispensable.

“Hablar de IA ya no es una moda: es una necesidad que llegó para cambiarlo todo y, por supuesto, para quedarse”

Recuerdo que, de niño, la IA era ese oponente invisible en los videojuegos que parecía anticipar cada una de mis jugadas. Me fascinaba su capacidad de respuesta y, con el tiempo, noté cómo se volvía cada vez más difícil de vencer: aprendía de mí, predecía mis movimientos. Entonces, me pregunté: ¿por qué no usar esto en algo más cercano, en tareas cotidianas o en el ámbito laboral?

Esto se hizo realidad en 2022, cuando apareció una interfaz para conversar con una IA como si fuera un chat. Al principio fui tímido, con preguntas básicas, pero pronto empecé a usarla en mis tareas diarias. Lo que antes me tomaba horas de búsquedas, comparando opiniones y leyendo textos interminables, ahora se resolvía con una sola pregunta y una respuesta inmediata. ¡Ojo! Eso no significa que la IA tenga la verdad absoluta. Estos modelos se alimentan de una vasta cantidad de información en línea y aplican complejos modelos matemáticos para darnos la mejor aproximación posible a una respuesta humana.

Con el tiempo, se volvió una herramienta esencial en mi trabajo como desarrollador: me ayudó a reducir tiempos y optimizar procesos. Sí, a veces se equivocaba, pero mi rol era el de validar y ajustar para seguir adelante. Hoy, la entiendo como lo que realmente es: una herramienta de optimización que está en todas partes, incluso en electrodomésticos, donde se usa para afinar consumos y funciones. Sin embargo, hay que tener claro que estas tecnologías no están listas para operar solas en tareas complejas; aún requieren monitoreo y ajustes constantes.

Ahora, no hay avance sin costos. Al principio, las computadoras ocupaban el tamaño de una habitación para hacer poco. Hoy un celular tiene la arquitectura de un computador moderno. Con la IA pasa algo similar. Al principio, se necesitaba un enorme consumo de energía y refrigeración para procesar cantidades brutales de información.Pero ahora, su consumo varía según el modelo. La Agencia Internacional de Energía estima que el consumo eléctrico de los centros de datos podría duplicarse para 2030, y la IA será la principal impulsora de ese aumento.

Algunas empresas de IA han empezado a medir el impacto ambiental que genera cada vez que interactuamos con sus modelos. Piénsalo como una factura de luz y agua por cada pregunta que haces. Por ejemplo, una consulta de unas 400 palabras a un modelo de IA puede consumir el equivalente a 1.14 gramos de dióxido de carbono (CO₂e) y unos 45 mililitros de agua.

Aunque estas cifras parecen pequeñas por sí solas, se vuelven enormes al multiplicarse por los millones de personas que usan estas herramientas a diario. Para darte otra idea, se estima que entrenar un modelo como GPT-3, que es la base de muchas aplicaciones de IA, puede consumir cientos de miles de litros de agua. Esto ha abierto un debate crucial sobre la "huella hídrica" de la inteligencia artificial.


¿Y dónde queda el triple impacto?


Es por esto que, el verdadero valor de la IA no está en el espectáculo tecnológico, sino en cómo se convierte en una herramienta capaz de transformar la vida de las personas, dinamizar la economía y ayudarnos a enfrentar la crisis ambiental. Esta tecnología más allá de solucionar problemas de eficiencia es capaz de crear un triple impacto, que moldea y potencia la vida en sociedad. 

La IA tiene características que posibilitan el cierre de brechas de desigualdad históricas. Si las personas poseen las herramientas para aprender a usarlas, esto potenciaría la forma en que se desenvuelven en la vida cotidiana. Ejemplos claros se encuentran en servicio al cliente y tareas de escritura, los asistentes generativos han elevado la productividad un 14% en promedio. En el sector salud, la IA se está convirtiendo en un elemento fundamental, pues son capaces de leer radiografías y detectar enfermedades como neumonía o cáncer con gran precisión, lo que suple necesidades principalmente en zonas donde el acceso a especialistas es más complicado. De aplicarse los principios de las tecnologías exponenciales (desmonetizadas y democratizadas) se podría mejorar la calidad de vida de miles de personas con recursos limitados. 

Pero la IA no se detiene únicamente en esto, el acceso a la educación y la democratización de su uso, permite que miles de personas tengan mayor acceso a plataformas de aprendizaje que crean sesiones personalizadas dependiendo las necesidades de la persona. Esto va de la mano con una mayor inclusión para personas que tienen una discapacidad visual, lo que les permite leer su entorno en tiempo real; otro ejemplo es para personas migrantes que pueden utilizar sistemas de traducción en tiempo real que permiten que un estudiante migrante pueda tener una educación de calidad con menores dificultades. 

Pero, ¿qué pasará con esas tareas que ahora se están automatizando? Según el Foro Económico Mundial para 2027 el 42% de las tareas podrían automatizarse, con mayor eliminación de puestos de trabajo en contraposición de la demanda (83 millones de puestos eliminados y 69 millones de nuevos puestos). La IA puede ser vista como una amenaza pero también como una oportunidad para cambiar las dinámicas en que se ha desarrollado el trabajo hasta el momento, además de las formas en que concebimos la vida en sociedad. 

Ahora bien, la IA no solo es mayor eficiencia; es una herramienta que crea valor. Esta se ha convertido en uno de los motores económicos más potentes en los últimos años. Según Mckinsey (2024) se estima que la IA generativa podría aportar entre 2,6 y 4,4 billones de dólares al PIB global cada año, lo que muestra que para 2030, la IA podría sumar hasta $15,7 billones de dólares a la economía mundial. Si se dimensionan estas cifras es como si se sumara una economía como la de Alemania al crecimiento económico internacional. 

Más allá de las grandes cifras, el impacto de la inteligencia artificial (IA) se siente directamente en el día a día de las empresas colombianas. En la actualidad, el 53% de las organizaciones ya está capacitando a sus equipos en IA, lo que sitúa a Colombia como el segundo país de Latinoamérica en este ámbito. Además, el 53% de las empresas está contratando a personas con experiencia en esta tecnología. Esta tendencia es especialmente fuerte en las grandes compañías (81%) y está ganando terreno en las pequeñas y medianas empresas (pymes). Desde un punto de vista práctico, la IA funciona como un asistente virtual que ayuda con tareas rutinarias como responder correos y organizar agendas. Para los negocios, esto se traduce no solo en un aumento de la productividad, sino también en una mayor capacidad para innovar y crecer de manera más ágil.

Por último, pero no menos importante, el impacto ambiental de la inteligencia artificial (IA) es un tema ambivalente. Si bien ofrece una oportunidad para enfrentar la crisis climática, su huella ecológica plantea desafíos que no se pueden ignorar. La IA nos permite prever con mayor precisión fenómenos climáticos como inundaciones, sequías y tormentas, facilitando la toma de decisiones para reaccionar a tiempo.

Más allá de la predicción, la IA también tiene un impacto positivo directo en la conservación. Un ejemplo notable es el proyecto colombiano "Guacamaya", que utiliza IA para proteger la biodiversidad amazónica. El proyecto procesa información en una décima parte del tiempo que el análisis manual, enfocándose en 3 áreas clave; cámaras trampa (modelos que han sido descargados más de 30,000 veces a nivel global, demostrando su utilidad y adaptabilidad a otras regiones del mundo), bioacústica en colaboración con los institutos Sinchi y Humboldt, un proyecto que analiza los sonidos de la selva para identificar la fauna y evaluar la salud del ecosistema, y finalmente, el monitoreo satelital; tecnología encargada de identificar áreas de deforestación y clasificar los bosques, con el objetivo de emitir alertas tempranas a las autoridades.

Como se dijo al principio estos beneficios vienen acompañados de una cara oscura, el entrenamiento de un modelo de IA puede emitir tanto CO2 como cinco automóviles durante toda su vida útil. A escala global, el FMI estima que entre 2025 y 2030 la demanda energética de la IA será equivalente a la de países similares a Italia. Otra variable, es que al ser una tecnologías exponencial, “así como crece, consume”, lo que muestra una rápida obsolescencia de hardware especializado que genera toneladas de residuos cada año, una carga que crece a medida que se expanden sus servicios. 

Sigo viendo la IA como ese rival invisible de mis juegos. Cada día aprende, se adapta y nos empuja a mejorar. Hoy, la uso para trabajar mejor y más rápido, pero siempre con los pies en la tierra: validando resultados, midiendo impactos y entendiendo que el verdadero reto es balancear su triple impacto. La ganancia social y económica no debe venir a costa del ambiente, y la eficiencia nunca debe hacernos olvidar el criterio humano. Ese, por ahora, sigue siendo insustituible.


Victor Manuel Hernández

Desarrollador de Innovación Digital de AECSA



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